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16 de abril de 2013

Tiempo al tiempo.

Después de un tiempo, aprendes la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Aprendes que una compañía no significa seguridad y empiezas a aprender, que los besos no son contratos y los regalos no son promesas; empiezas a aceptar tus derrotas con la cabeza bien alta y los ojos abiertos.
Aprendes a planear el día de hoy, porque el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes, y los futuros tienen la manía de caerse a la mitad. Después de un tiempo, aprendes que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Con el tiempo entiendes que sólo quien es capaz de quererte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede darte toda la felicidad que necesitas. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible.
Con el tiempo aprendes que forzar las cosas a que pasen provocará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese único instante. Y aprendes que hay tres momentos en la vida que ya no puedes remediar: la oportunidad que dejaste pasar, la cita a la que no asististe, la ofensa que ya dijiste. Con el tiempo también aprendes que con dinero puedes comprar una casa, pero no un hogar; puedes comprarte un reloj, pero no te dará tiempo; puedes comprar una posición, pero no sirve para tener respeto; puedes comprar medicinas, pero no te dará salud; puedes comprar sangre, pero no vida. Con el tiempo aprendes que la vida es aquí y ahora, y que no importa cuántos planes tengas, el mañana no existe y el ayer tampoco. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que que quieres a alguien, o que le echas de menos, no tiene ningún sentido si no lo demuestras. Pero por desgracia, todo esto lo aprendes sólo con el tiempo.

Suspiro y parpadeo.

Una tableta de chocolate Lindt a punto de acabarse, un reloj que marca las 21:03 de otro día más en el que no he hecho nada que vaya a mejorar mi vida y días como este te puedo contar miles que he dejado acabar y miles que dejaré empezar. Mis ojos mirando la pantalla del móvil esperando que llegue ese puto mensaje que parece que nunca va a llegar. Tras mi espalda el cielo se está oscureciendo porque va a llegar otra vez la jodida noche y las jodidas voces que suenan en mi cabeza y que no me dejan en paz. Suspiro y parpadeo, suspiro y parpadeo. Miro como una loca la pantalla del ordenador mientras escribo cualquier cosa para desahogarme pero sinceramente no sé si me estoy desahogando o me estoy aturdiendo más. Creo que necesitaría un tiempo para pensar en lo que he hecho mal, pero es que en realidad ya me da igual, más bien debería tomarme un tiempo para cuestionarme qué quiero hacer con mi vida. 
*S.